Uno de los primeros en utilizar el término sociedad de la información fue el economista austro-húngaro Fritz Matchlup en su libro “La producción y la distribución del conocimiento en los Estados Unidos” de 1962. En su trabajo, Matchlup concluye que la cantidad de empleos basados en la manipulación y en el manejo de la información es superior a los que están relacionados con algún tipo de esfuerzo físico.
Otros autores le refieren la creación del término al sociólogo estadounidense Daniel Bell en su obra “El advenimiento de la sociedad post-industrial” de 1973, en la que formula que el eje principal de esta sociedad será el conocimiento teórico y señala que los servicios basados en el conocimiento se convertirán en la estructura central de la nueva economía y de una sociedad apuntalada en la información. Finalmente, en la sociedad de la información, las ideologías resultarán sobrando.
Con la explosión de Internet a mediados de los 90’ este término volvió con fuerza. A partir de 1995, fue incluida en la agenda de las reuniones del G7 (actualmente G8). Fue adoptada por el gobierno de los Estados Unidos, así como por varias agencias de las Naciones Unidas y por el Grupo Banco Mundial. A partir de 1998, fue elegida, primero en la Unión Internacional de Telecomunicaciones y luego en la ONU, como el nombre de la Cumbre Mundial a realizarse en 2003 y 2005.
En este contexto, el concepto de “sociedad de la información”, como construcción política e ideológica, se ha desarrollado de la mano de la globalización neoliberal, cuya principal meta fue la de acelerar la instauración de un mercado mundial abierto y “autoregulado”. Esta política contó con la estrecha colaboración de organismos como la Organización Mundial del Comercio, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, para que los países débiles abandonen las regulaciones nacionales o medidas proteccionistas que “desalentarían” la inversión; todo ello con el conocido resultado de la escandalosa profundización de las brechas entre ricos y pobres en el mundo.
La noción de “sociedad del conocimiento” fue empleada por primera vez en 1969 por un autor austríaco llamado Peter Drucker . Sin embargo, el término cobró fuerza hacia finales del Siglo XX y es usado como una alternativa a la “sociedad de la información” por investigadores como Robin Mansel o Nico Stehr.
Manuel Castells explica que si bien el conocimiento y la información son elementos cruciales en todos los modos de desarrollo, “el término informacional indica el atributo de una forma específica de organización social en la que la generación, el procesamiento y la transmisión de información se convierten en las fuentes fundamentales de la productividad y el poder, debido a las nuevas condiciones tecnológicas que surgen en este período histórico”.
El “conocimiento” es un término mercantilizado hasta el hartazgo: se habla de “industria del conocimiento” como si este fuera algo susceptible de comercializarse, con independencia del sujeto que lo posee. Como si fuera una “cosa” que debiera identificarse como datos o incluso como “información”, pero el concepto de conocimiento hay que reservarlo para aquella información que es contextual e históricamente situada por un sujeto “conocedor”.
La cuestión no es nada abstracta: son los hombres los que crean y aplican el conocimiento. La información, el discurso, los datos, necesitan ser elaborados e interrelacionados con respecto a un tiempo y a un lugar, a una situación Sólo la intervención de las personas puede darle a la información la categoría de conocimiento.
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