Según Martin Heidegger, uno de los mayores filósofos del Siglo XX, el ser humano ve al mundo como un conjunto de recursos infinitos a su disponibilidad que puede usar. Como unas existencias que pueden ser procesadas para convertirlas en algo más valioso.
Vacas que dan carne. Árboles que dan madera.
A este universo, o mundo propiamente dicho, lo denominó Bestand (suministros en alemán). Es entonces cuando parece completamente inevitable que la gente sin acceso a las formas naturales del Bestand, como los pozos petrolíferos o las minas de diamantes, recurran al único stock que realmente poseen: sus propias vidas.
El Bestand de nuestra era es nuestra propiedad intelectual. Quienes somos. La historia de nuestras vidas. Nuestra experiencia.
La Web 2.0 se nutre de esto. Hacemos un producto de nuestras vidas y lo homogeneizamos. Porque no tenemos nada más que nuestras mentes para convertir en productos finales. Nos mercantilizamos a través de Facebook y hasta es lo más normal del mundo.
Las redes sociales se nutren del Bestand de la era. De nuestra esclavitud en si misma a nuestra propia existencia, lo que es una gran paradoja. Esto es lo que más se cuestiona a este tipo de Web cada vez más omnisciente y que detrás de ellas hayan empresas vinculadas a servicios de inteligencia.
viernes, 3 de julio de 2009
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